El
viaje de la berenjena
Es
viernes en la mañana y aún no había conseguido el lugar en donde realizar la
crónica sobre “la ruta de”, no sabía en qué lugar hacer la investigación y
mucho menos el producto que sería objeto de mi interés, hasta que una compañera
propuso una salida de campo entre varios de nosotros y así fue como arreglamos
un viaje al kilómetro 20 vía Cúcuta.
La
salida se realizó el domingo en las horas de la tarde, el lugar de encuentro
fue la plaza Guarín en donde se encuentran los buses para ir a aquel lugar,
todo estaba preparado para salir a las 2 de la tarde, hora propicia pues el bus
demoraba aproximadamente una hora en el asenso, al principio, la verdad, estaba
a la expectativa pues si bien había pasado por allí en viajes anteriores, nunca
me había detenido en alguno de los caseríos que se veían en los alrededores y
mucho menos tenía conocimiento de algún cultivo ubicado en aquel sitio.
En
el transcurso del recorrido, todo se va haciendo más extraño, la ciudad va
quedando atrás, hasta el clima empieza a bajar, la vegetación se va haciendo
más verde y más extensa. En el momento en que llegamos, solo vimos una casa al
lado de la carretera, allí descansamos por un par de minutos hasta que nos
indicaron el lugar en donde nos encontraríamos a unos habitantes de la
zona quienes de inmediato nos guiaron a
través de la vegetación para ver varios cultivos, estos no eran en grandes
extensiones, por el contrario, se notaba que hacían más parte de la despensa
local que de productos destinados al comercio en la ciudad, y es que, como nos
explicaban ellos, las personas del lugar se han dedicado a la construcción de
la carretera (la doble calzada): -por aquí ya casi nadie cultiva, es que da más
ponese a trabajar en la carretera que cultivando el campo-, en el momento que
escuche este comentario, pude recordar el pasado paro campesino y las
predicciones de un panelista invitado a un noticiero local en el que decía que
con la situación actual de los campesinos, la producción agrícola estaba a
punto de desaparecer, ese comentario que en su momento calificaron los demás
invitados como exagerado, ahora, yo no lo creía tan descabellado.
Mientras
caminábamos entre algunos cultivos me fije en un fruto en especial, su aspecto
era como un melón de color blancuzco que estaba unido a una rama rastrera, aparentemente
no venía de ningún lado, florecía en medio de la maleza con solo una hoja que
lo acompañaba, al preguntar a uno de nuestros “guías improvisados” sobre el
fruto al que dirigí mi mirada, me contestaron: - eso es una berenjena-, -pero
acaso, las berenjenas no son moradas-, -jajajaja, si pero también las hay
blancas, y son éstas-, este hecho me probó una vez más mi total ignorancia en
asuntos del campo, así que solo sonreí y opte por tomar un par de fotos; había
encontrado el producto en el cual basar mi investigación.
Siguiendo
la dirección de la enredadera a la que estaba adherido el fruto, encontré toda
una zona llena de hojas grandes en forma de “picas” de esas que aparecen en una
baraja de póker, y debajo de ellas otros frutos de berenjena aún muy pequeños. También
me fije que en medio de las hojas sobresalían unos capullos de flor amarilla,
lo que después me explicaron eran de donde provenían las berenjenas, es decir,
ellas nacían como un capullo de flor, luego la flor se abría exponiendo así el
fruto aun “tierno”, poco tiempo después los pétalos de la flor caían dejando
completamente descubierta la berenjena la cual iba creciendo hasta alcanzar una
proporción media, momento en el que el agricultor la cosecha. Después de este
proceso, algunas berenjenas son repartidas entre los vecinos, otras se venden y
las que quedan son dejadas para el hogar del agricultor, éste a su vez escoge
dos o tres para partirlas, dejarlas al sol por unos días y al final recoger las
semillas que esparcirá de nuevo en el campo en el proceso de cultivar.
Fascinado por la belleza del paisaje, por los diferentes cultivos y por la neblina que bañaba el ambiente con un hálito de pureza, me interné más en la vegetación, fotografíe un par de frutos más, hice otro par de preguntas sobre el proceso, la tierra o abono que se necesitaba y los costos que representaba mantener el cultivo, a lo que me contestaron con:- por eso solo cultivamos lo necesario, porque sinceramente, esto no da pa más-, lo cual me llevó a pensar que es una lástima que la situación de los campesinos haya llegado hasta este punto de miseria, que sería una pena perder todo aquel paisaje que me rodeaba, pero que si seguíamos así, el comentario del aquel panelista que vi un día en televisión pasaría de ser una exageración a una realidad innegable.